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La escritora Susanne Fröhlich entrevista a la Dra. Françoise Wilhelmi de Toledo


Steffanie Hornstein - 02/04/2019 - 0 comments

En el libro publicado a finales de 2018 “Fröhlich fasten” (Ayunar con alegría), la escritora Susanne Fröhlich describe su experiencia y cómo ha conseguido controlar su enfermedad reumática mediante el ayuno Buchinger y mejorar así su calidad de vida.

El libro incluye también entrevistas con la Dra. Françoise Wilhelmi de Toledo (directora del área de investigación de la Clínica Buchinger Wilhelmi Überlingen, junto al lago de Constanza) y el profesor Dr. Andreas Michalsen, del hospital universitario de la Charité, en Berlín, ambos expertos en ayuno.

Un extracto de la entrevista:

“Como cuando se conduce un coche híbrido que funciona con gasolina y, de repente, el motor activa el sistema eléctrico”.

Entrevista con la Dra. Françoise Wilhelmi de Toledo, directora del área de Investigación de la Clínica de ayuno Buchinger Wilhelmi

 

¿Qué es el ayuno para usted?

Ayunar es una capacidad que tienen todos los seres vivos –seres humanos, animales y plantas– de nuestro planeta. Cuando no hay alimentos disponibles o se renuncia voluntariamente a ellos, se puede vivir de las reservas almacenadas. Por simple cuestión de supervivencia, a veces era necesario comer mucho cuando había alimentos en abundancia y almacenar esas reservas.
El paso de la alimentación externa a utilizar las reservas almacenadas (grasas) se denomina actualmente “metabolic switch” (interruptor metabólico). Ese salto del metabolismo posibilita el ayuno, conlleva cambios en el ámbito psíquico-espiritual y potencia numerosos efectos terapéuticos. También influye en la conducta: los patrones cotidianos se interrumpen; en la mayoría de los casos, el comportamiento es más empático, pacífico y solidario. Si después del ayuno se vuelve a ingerir paulatinamente alimentos saludables, la activación de las células madre promueve importantes procesos de regeneración y rejuvenecimiento.

En el ayuno Buchinger se toman sopas y zumos, pero también pequeñas cantidades de miel, ¿por qué?

Procuramos que la transición sea suave: reducimos progresivamente el número de calorías y complementamos el ayuno con sopas, zumos y algo de miel, unas 200 a 250 calorías al día. Estos complementos atenúan los síntomas de la adaptación, como dolor de cabeza, malestar y cansancio. Asimismo, frenan la descomposición de las proteínas y modulan la cetogénesis (la formación de cuerpos cetónicos inherente al ayuno sucede cuando se interrumpe la ingesta de glucosa; la grasa de nuestros depósitos se moviliza y parte de ella se transforma en cuerpos cetónicos con nombres tan tremendos como betahidroxibutirato, acetona y acetoacetato).

En nuestras clínicas, el ayuno es la renuncia periódica voluntaria a ingerir alimentos sólidos y se entiende como una experiencia revitalizadora. Nuestro deseo es que se disfrute del ayuno, incluso aunque a muchas personas les resulte extraño oír que el ayuno puede ser un placer.

Pero no se pretende frenar la cetogénesis, sino provocarla, ¿no es así?

Por supuesto que se produce, pero no necesariamente de cero a cien, pues ello provocaría una “crisis cetógena”, como la denominan los médicos rusos. Una crisis de este tipo se origina con una dieta cero, es decir, cuando en la cura de ayuno solo se bebe agua. Nosotros queremos evitar esa situación. Muchas personas no toleran bien un cambio de metabolismo tan brusco. Es mejor introducir el ayuno lentamente para poder vivirlo en armonía. En mi opinión, el ayuno periódico (de 3 a 20 días o más) debería repetirse regularmente una vez al año. Para ello se necesita un método eficaz y con tradición. Pero en primer lugar es importante haber tenido una buena experiencia; luego, cada persona puede decidir por sí misma.

¿Qué efecto provoca el ayuno en el organismo?

Es como si el cuerpo funcionara con un programa totalmente nuevo. Las células activan determinados genes y desactivan otros; como cuando se conduce un coche híbrido que funciona con gasolina y, de repente, se activa el motor eléctrico. Lo primero que ocurre es que desciende el nivel de glucosa y, en consecuencia, se frena la producción de insulina. En el nivel hormonal aumenta el glucagón y entonces comienza el proceso propio del ayuno: movilización y reducción de grasas, descanso del tracto gastrointestinal, activación de la limpieza celular y eliminación de la basura celular. Se activa el metabolismo lipídico, lo que significa que las células siguen recibiendo nutrientes durante el ayuno. Las células de grasa están bien alimentadas, pues disponen de las reservas acumuladas durante la época en que no se ayuna. Las grasas son un alimento predigerido que pasa a la sangre y de ella, al hígado; una parte se transforma en cuerpos cetónicos –un “superfuel” sobre todo para el cerebro– y así sucesivamente. Las células siguen recibiendo alimento, pero de otra manera. De otras fuentes. Para ellas supone un descanso y ninguna carga.

A veces se oye que el cuerpo se estresa durante el ayuno y cae en una especie de pánico.

Personalmente, creo más bien que las personas que afirman una cosa así lo que sienten es pánico a ayunar. Con frecuencia, confunden el ayuno con pasar hambre. Desconocen que cualquier ser vivo está preparado para ayunar periódicamente, aunque solo sea a causa de las estaciones del año. El cuerpo no entra en pánico, sino que reacciona a una señal para cambiar el modo de funcionamiento. Es igual que cuando el gong suena al final de una clase y yo sé que a partir de ese momento tengo tiempo libre. ¿Eso es pánico? No, pero hay que reaccionar a la señal y prepararse para el cambio. Para ello, el cuerpo segrega determinadas hormonas, entre las que figuran pequeñas cantidades de hormonas del estrés, como adrenalina o cortisol. Sin embargo, se trata de un estrés útil, que solo aumenta al principio para dar paso a continuación a una sensación de serenidad y paz interior, al menos siempre que vaya acompañado del seguimiento y del entorno adecuados.

Durante el ayuno, las células se encuentran protegidas y en lugar de crecer y multiplicarse, como ocurre cuando reciben proteínas animales y azúcar en abundancia, cambian al modo reparación. Eliminan partes de células envejecidas o deterioradas e incluso células completas se “autofagocitan”, es decir, se autodestruyen. En mi libro “Buchinger Heilfasten – Die Originalmethode” (nueva edición en diciembre de 2019) ofrezco una comparación: supongamos que una persona va con frecuencia al mercado y compra. En algún momento tendrá en su casa suficientes reservas para vivir de ellas durante unos días. También el cuerpo tiene reservas, pero en lugar de almacenarlas en el frigorífico o en la despensa, lo hace en forma de grasa en el propio organismo.

¿A menudo se afirma que al ayunar se pierde mayormente musculatura?

En mi opinión, se trata de un mito que se reaviva periódicamente, promovido por las industrias que venden dietas proteicas. Es cierto que durante el ayuno se consumen muy pocas proteínas; los combustibles principales son la grasa y la cetona. Se moviliza una pequeña cantidad de proteínas para transformarla en glucosa; el cerebro tarda más tiempo en adaptarse a la combustión de grasas y cetona que la mayoría de las células del cuerpo. De un lado, la grasa no puede transformarse en glucosa y, de otro, el aporte de proteínas es limitado. Esta movilización de las proteínas se equipara erróneamente a una “pérdida de músculo”. ¡Este hecho nunca ha sido demostrado científicamente! Todo lo contrario: lo hemos rebatido con el ejemplo de 15 varones que ayunaron durante 10 días. En la mayoría de los ayunantes aumenta el rendimiento de la musculatura.

Por otra parte, la musculatura no es la única fuente de proteínas del cuerpo. ¿De dónde provienen entonces? Una parte proviene, por ejemplo, de las células y de la basura celular, de las estructuras proteicas hipertrofiadas, como las sustancias intercelulares, y del hígado. Las paredes del intestino involucionan ligeramente. Estas proteínas desnaturalizadas se pueden recuperar en parte, es decir, se pueden reciclar.

Antes de la invención de tecnologías que permitían conservar los alimentos, había épocas en que tanto los seres humanos como los animales tenían muy poco o nada para comer, pero tanto los unos como los otros disponen de un sistema perfectamente adaptado a los periodos de carencia: “El ser humano está mejor preparado para el ayuno que para la sobreabundancia”. Con todo, en personas mayores desnutridas, el ayuno puede agravar la llamada sarcopenia, es decir, la pérdida de masa muscular. En los demás casos, las células de los músculos se comportan como las células grasas: se pueden vaciar y llenar. Si durante el ayuno pierden proteínas, las recuperan tan pronto como reciben aminoácidos a través de los alimentos.

A finales de 20016 realizamos un estudio sobre este tema en cooperación con el Instituto Nacional de Investigación Científica de Estrasburgo y actualmente estamos preparando la publicación. El estudio demuestra claramente que tres meses después de una cura de ayuno el rendimiento de la musculatura había aumentado en personas sanas. El mito de la pérdida de masa muscular es una conclusión equivocada muy difundida y confío en que muy pronto pueda ser desmontada.

¿Quién acude a la clínica para ayunar? ¿Qué tipo de personas son?

Ante todo se trata de un público muy internacional de todos los países, ámbitos culturales y niveles de edad. En su mayor parte, personas formadas que saben que tienen que reaccionar cuando se dan cuenta de que se están desviando del buen camino en lo que atañe al peso, hábitos alimenticios o estilo de vida en general. La mayoría tiene un IMC entre 25 y 30. Por supuesto, también acuden a nosotros pacientes con sobrepeso, pero no representan más del cinco al diez por ciento. Nuestras clínicas cuentan con más de 70 años de experiencia clínica y esto saben apreciarlo nuestros huéspedes y pacientes.

Aquí se percibe todavía el impulso del fundador, el Dr. Otto Buchinger. Cuando usted me preguntó qué es el ayuno, me centré en explicar los procesos metabólicos, pero en el fondo el ayuno tiene tres dimensiones: la físico-médica, la colaborativa y la espiritual. Otto Buchinger era una persona muy espiritual, más bien místico, pues estaba por encima de los dogmas. Era cristiano profesante, vivía según valores auténticos y derrochaba sentido del humor y autoironía. Acuñó el concepto de “dietética del alma”, la higiene del ser interior. Para él, el ayuno era la época en la que el alma se da cuenta de las necesidades que no se han cubierto, de cuándo tiene sed o hambre de alimento espiritual. Amor, dedicación, reconocimiento, alegría y amistad. En la vida diaria no siempre se perciben esas necesidades, pues es fácil dejarlas a un lado.

La comida en sí es un disfrute. Cuando se priva a alguien de ella, hay que buscar el placer en otro nivel. Placeres espirituales que a menudo faltan en la vida diaria, porque se piensa que no se tiene tiempo para pintar, leer, escuchar música, escribir un diario o, simplemente, preguntarse ¿cómo me siento? O levantarse a las seis de la mañana para caminar en la naturaleza y disfrutar de la energía de la mañana. En la vida diaria, con todo su ajetreo, queda poco espacio para desarrollar la sensibilidad hacia cosas tan pequeñas como una flor o el canto de los pájaros por la mañana. Cuando uno se permite adentrarse en ese otro mundo y no lucha contra él, la experiencia resulta plena y gratificante.

Durante el ayuno se puede hacer también balance de la propia vida, intuir cómo debe ser el futuro. ¿Qué estoy haciendo bien? ¿Cómo desarrollar mis potenciales? ¿Dónde sigo estancado en rutinas tóxicas porque me da miedo de salirme de mi zona de confort? El ayuno es, simplemente, un tiempo de reflexión e inspiración.

Otto Buchinger era médico internista, un sagaz observador y un pedagogo inspirador. El acreditado programa Buchinger Wilhelmi apuesta por la transmisión de conocimiento. ¿Cómo debo guiar a una persona para que la experiencia del ayuno le resulte tan placentera como factible, desaparezca la agresividad y aumente la sensibilidad y la intuición? El ayuno es un auténtico instrumento pacificador. Los grandes defensores de la no violencia, como Gandhi, han utilizado el ayuno, no como una forma de huelga de hambre, sino como un método de regeneración espiritual. Gandhi dijo: “Los ojos son necesarios para ver el mundo exterior y el ayuno para ver el mundo interior”. Cuando Gandhi ayunaba, se retiraba a su mundo interior para cargarse de energía.
Somos los herederos de las tres dimensiones citadas. Aunque en las clínicas se ha desarrollado sobre todo la dimensión físico-médica, estamos seguros de que nuestros pacientes perciben un ambiente especial: la paz, los rituales, la estructura. Aquí se atiende, se trata, se toca. Muchos vigilan para que a las personas les vaya bien. Física y espiritualmente.

Publicada en GRÄFE UND UNZER Verlag GmbH (disponible también como audiolibro).