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Viaje a lo desconocido: una experiencia personal


Steffanie Hornstein - 14/01/2019 - 0 comments

¡Me encontraba en un profundo agujero! Levantarme de la cama me parecía una tarea imposible y me pasaba los días llorando. El mínimo esfuerzo me agotaba. Desayunaba, comía, cenaba, dormía. No leía ni escuchaba música y a veces solo podía ver la televisión con los ojos cerrados. Un día vi un documental sobre el ayuno, pero no le presté mayor atención.

Pasado algún tiempo, vino mi hijo a verme y me habló de una cura de ayuno cuyos efectos le habían sorprendido. Su entusiasmo me hizo recordar el documental y me convenció para que volviera a verlo. Se trataba de “Ayuno y curación”, emitido por el canal ARTE. En los días siguientes me informé más detenidamente y después de varios correos electrónicos y de una llamada de teléfono, decidí lanzarme a lo desconocido. ¿Qué podía perder, excepto los tres o cuatro kilos que me sobraban?

La aventura comenzó un domingo de noviembre, a unos setecientos kilómetros de París. Llegué a primera hora de la tarde, me asignaron una habitación pequeña, pero confortable y grata, y me entregaron un folleto en el que se explicaba el desarrollo de la cura y la ubicación de las distintas instalaciones. La clínica se encontraba en medio de un bonito jardín, en una ladera sobre el lago de Constanza; la atmósfera era zen y no había teléfonos ni pantallas: aquí sí que podría descansar. Durante la cena vegetariana, que se sirvió a las 18:30hs., tuve ocasión de conocer a varios pacientes franceses. Cada uno de ellos había acudido a la clínica por un motivo diferente. Algunos venían regularmente desde hacía muchos años.

Después de una noche tranquila, acudí a la cita para el análisis de sangre, al que poco después siguió la primera consulta médica. El médico me dijo que yo podía ayunar, pero que tenía que hacer también ejercicio. Para ello, la clínica ofrecía caminatas, clases de gimnasia, clases de tenis, un estudio de fitness, una piscina y muchas actividades más.

En primer lugar, el organismo se prepara para el ayuno con un día que llaman de depuración, en el que se ingieren unas 600 calorías en forma de fruta y verdura, es decir, básicamente hidratos de carbono, nada de grasa y muy pocas proteínas. Opté por un día de depuración a base de fruta.

A las cinco de la tarde sirvieron un cóctel a base de agua mineral, zumo de fruta y una hoja de menta para dar la bienvenida a los recién llegados y presentar el desarrollo de la cura. En los días sucesivos me esperaba lo siguiente:

En Buchinger Wilhelmi, el ayuno incluye una cucharada de miel y té por la mañana, un vaso de zumo de fruta recién exprimido, un caldo de verduras a primera hora de la noche e infusiones y agua a voluntad durante el día. Es posible sentir hambre y un ligero malestar los dos o tres primeros días. Todas las mañanas, una enfermera controla cómo se siente el paciente, así como el peso, la tensión arterial y el pulso. Yo estaba expectante…

Al tercer día comenzó el ayuno propiamente dicho. Todas las tardes había conferencias, lecturas o conciertos. En una conferencia nos explicaron cómo se las arregla el organismo para vivir sin comer. El metabolismo cambia cuando se ayuna: ante la falta de alimentos procedentes del exterior, el cuerpo convierte los depósitos de grasa en energía alternativa. Así consigue el cuerpo ayunar durante varios días e incluso semanas.

Todas las mañanas notaba una leve pérdida de peso; nada extraordinario, pero constante: doscientos o trescientos gramos menos. Además, ya no me sentía tensa; el pulso se regularizó. Durante el ayuno nunca me sentí mal a pesar de mi escepticismo frente a los beneficios de la cura. Una tarde se estropeó el ascensor y tuve que subir a pie tres pisos hasta mi habitación. Entonces comprobé que subir escaleras no era tan terrible como había imaginado. La noche siguiente me sorprendí de que me resultara tan fácil irme a la cama. ¿Me dolía menos la espalda? Y de repente me di cuenta de que mis manos se movían sin apenas dolerme.

Después de cuatro días de volver lentamente a una dieta sólida, abandoné la clínica para pasar unos días en la cabaña que tenemos en Haute Maurienne. No quería despertar la curiosidad de las personas de mi entorno y necesitaba incorporarme a la vida diaria por mí misma. Tras abandonar el ambiente de protección de la clínica, dudaba de si el efecto perduraría y de si yo sería capaz de aplicar en casa todo lo aprendido. Sin embargo, los resultados superaron con creces todas las expectativas y por fin empecé a vivir de nuevo.

A. B.

Desde su primera estancia, esta paciente sigue ayunando regularmente y en 2017 lo hizo por séptima vez. Hoy escribe lo siguiente: “Después de quince años, gracias al ayuno y a mi estancia anual en la Clínica Buchinger Wilhelmi del lago de Constanza he conseguido retomar las riendas de mi vida. Sin duda, no se trata de un milagro, pero desde mi primera experiencia soy capaz de levantarme todos los días de la cama y de vivir sola”.